Doblepensar

El blog favorito de la mamá de Olavia Kite.


Perdidojen Tokio

Bienvenido a Ginza

j. estuvo aquí. Hizo mala cara todo el tiempo. Tuve que ir a recogerlo hasta Kioto en tren bala porque Lucía, mi dai-sempai, no se lo aguantaba más. Se quejaba de lo profanados que andaban los templos, del precio de ingreso a Kiyomizu-dera, de lo mucho que Gion se parecía a La Candelaria. Al fin me tocó arrastrarlo a Nara con la esperanza de que los venados lo espantaran a topetazos. Lamentablemente, los venados estaban entrenados para hacer venias y dar las gracias por la visita a la salida de Todai-ji.

Ya en Tsukuba, me despertó a las tres de la mañana un día para que lo llevara a Tsukiji. Le dije que lo olvidara, que ni loca iría a esquivar carritos transportadores de pescado. Sin embargo, a las 5.20am estábamos roncando en un bus—eso o habíamos sufrido un corto episodio de muerte cerebral gracias a la habitual falta de aire de la flota Kantetsu. En el mercado se las arregló para comprar a punta de señas un pulpo vivo como buena acción del día, pero a la salida un carrito conducido por un trabajador xenófobo nos embistió y el animal sacrificó su vida para evitarles a nuestros familiares el dilema del millón de yenes. Lloramos todo el resto del día.

Pese al trauma (que me dejó con una mueca de eterno pasmo), tuvimos la suficiente frialdad para hablar de la cría y posterior matanza del wasabi. El wasabi se sumerge en una piscina llena de sake hasta que se le tuestan los nervios de la borrachera; entonces se coge del tallo y se degüella. Al final es puro mercy killing. El tema nos remitió entonces a aquella delicia que es el calostro de soya, tal vez por lo que veníamos comiendo helado de ese sabor. El problema de la cría de soya es que uno termina poniéndole nombre y no se imaginan el sufrimiento que es matar a Mameshiba o como quiera que se llame aquel ser simpatiquín cuyo cadáver terminará tirado en un establo hasta que empiece a oler raro y rezumar viscosidades pegajosas. Para ese entonces ya no se le conocerá como Mameshiba sino nattou, y se comerá con salsa de soya y aderezo picante. Lo peor es saber que, como el pulpo, la soya está dispuesta a salvar a sus amos. Se sabe del caso de una que corrió a un poblado vecino para alertar a los aldeanos del incendio de la granja donde vivía mientras sus dueños dormían. Lassie está basada en esta historia, pero tocó cambiar la soya por un perro por cuenta del sentimiento antijaponés de la época.

Al final j. se fue como vino, con su mala cara, su maleta de rueditas y su pelo de David Foster Wallace. Le voy a decir que vuelva pronto para poner en marcha nuestro proyecto de traer a cinco palmireños, darles una cámara y un teléfono de emergencia y botarlos en Asakusa o Akihabara a filmar sus experiencias. Mirá ve, perdidojen Tokio.


[ Little Person — Jon Brion ]

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