Happy Face Photo
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy sábado, noviembre 10, 2007 a las 11:50 p. m..
Me muero por escribir pero me estoy cayendo del sueño. Si me voy a dormir ahora, podré desactivar las alarmas y desconectarme del mundo por horas y horas después de esta semana interminable. Si me voy a dormir ahora, mañana podré comer arroz con curry y queso parmesano. Tal vez sueñe con Himura, como ha venido ocurriendo en estas últimas noches.
Hoy estaba lloviendo pero las alfombra de hojas secas era de un anaranjado tan vivo, un anaranjado con café que se veía tan bien bajo ese cielo gris, que no me importó mojarme mientras regresaba al cuarto en la bicicleta. No me explico de dónde salen estas combinaciones de colores tan espeluznantes sin ayuda de Photoshop.
Tiendo a pensar que Photoshop está distorsionando nuestra percepción de la realidad. Lo que conocemos por intermedio de fotos se torna decepcionante cuando lo enfrentamos finalmente. A la hora de la verdad, el azul de ese cielo no era tan fuerte, esas flores no eran tan amarillas y esa piel no era tan tersa. En mi escritorio reposa una foto de mi rostro sonriente que me tomó hace un mes un estudiante de arte para su tesis, que tiene algo que ver con la reacción del ser humano ante las cámaras, qué se siente cuando se tiene que sonreír ante la cámara. Mis futuras patas de gallo, mis hoyuelos y un grano seco sobre la boca son perfectamente visibles alrededor de una sonrisa que pareciera esforzarse por mostrar hasta el último molar. Al principio insatisfecha con lo que parece una mueca exagerada, pienso en los arreglos a los que se vería sometido el retrato si éste fuera a salir a la luz pública. Las arrugas de los ojos, el grano y los hoyuelos tendrían que irse. El indeciso tono amarillento de la piel sería reemplazado por determinación en blanco o canela. Habría que reducir las mejillas para no dar esa impresión de redondez que deja la buena alimentación de Tsukuba. Un editor más audaz tomaría medidas contra las cejas pobladas y la nariz bulbosa.
Si todo ello se llevara a cabo, podría acostumbrarme a la nueva imagen y recurrir tarde o temprano al quirófano para ajustar la realidad a los trucos. O podría exigir que todas mis fotos de aquí en adelante sean tomadas en el ángulo que es con la luz que él y no se las publique sin haberles hecho los ajustes pertinentes. Los que me conocieren en la vida real tras hacerse una bellísima falsa imagen basada en el producto final de la edición habrían de llevarse una sorpresa poco grata. Debe ser por eso que hay tanto interés en atrapar a las celebridades sin maquillaje y denunciar su humanidad como si fuera un crimen. Y es que eso es lo que soy, un ser humano.
Vuelvo a mirar el retrato, con sus labios de color irregular y sus poros imperfectos. No será comercialmente bello, pero es sincero. El fotógrafo hizo un trabajo realmente bueno en sacar mi regocijo de la nada y capturarlo. Esa sonrisa no es una pose y todo lo que allí se contiene se encuentra ahora mismo al otro lado del espejo. Reconocerme en ese conjunto de músculos contraídos y comprender finalmente que no hay nada en él que yo quisiera cambiar es realmente reconfortante.
[ Ey Sham — Ilanit ]
Hoy estaba lloviendo pero las alfombra de hojas secas era de un anaranjado tan vivo, un anaranjado con café que se veía tan bien bajo ese cielo gris, que no me importó mojarme mientras regresaba al cuarto en la bicicleta. No me explico de dónde salen estas combinaciones de colores tan espeluznantes sin ayuda de Photoshop.
Tiendo a pensar que Photoshop está distorsionando nuestra percepción de la realidad. Lo que conocemos por intermedio de fotos se torna decepcionante cuando lo enfrentamos finalmente. A la hora de la verdad, el azul de ese cielo no era tan fuerte, esas flores no eran tan amarillas y esa piel no era tan tersa. En mi escritorio reposa una foto de mi rostro sonriente que me tomó hace un mes un estudiante de arte para su tesis, que tiene algo que ver con la reacción del ser humano ante las cámaras, qué se siente cuando se tiene que sonreír ante la cámara. Mis futuras patas de gallo, mis hoyuelos y un grano seco sobre la boca son perfectamente visibles alrededor de una sonrisa que pareciera esforzarse por mostrar hasta el último molar. Al principio insatisfecha con lo que parece una mueca exagerada, pienso en los arreglos a los que se vería sometido el retrato si éste fuera a salir a la luz pública. Las arrugas de los ojos, el grano y los hoyuelos tendrían que irse. El indeciso tono amarillento de la piel sería reemplazado por determinación en blanco o canela. Habría que reducir las mejillas para no dar esa impresión de redondez que deja la buena alimentación de Tsukuba. Un editor más audaz tomaría medidas contra las cejas pobladas y la nariz bulbosa.
Si todo ello se llevara a cabo, podría acostumbrarme a la nueva imagen y recurrir tarde o temprano al quirófano para ajustar la realidad a los trucos. O podría exigir que todas mis fotos de aquí en adelante sean tomadas en el ángulo que es con la luz que él y no se las publique sin haberles hecho los ajustes pertinentes. Los que me conocieren en la vida real tras hacerse una bellísima falsa imagen basada en el producto final de la edición habrían de llevarse una sorpresa poco grata. Debe ser por eso que hay tanto interés en atrapar a las celebridades sin maquillaje y denunciar su humanidad como si fuera un crimen. Y es que eso es lo que soy, un ser humano.
Vuelvo a mirar el retrato, con sus labios de color irregular y sus poros imperfectos. No será comercialmente bello, pero es sincero. El fotógrafo hizo un trabajo realmente bueno en sacar mi regocijo de la nada y capturarlo. Esa sonrisa no es una pose y todo lo que allí se contiene se encuentra ahora mismo al otro lado del espejo. Reconocerme en ese conjunto de músculos contraídos y comprender finalmente que no hay nada en él que yo quisiera cambiar es realmente reconfortante.
[ Ey Sham — Ilanit ]
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