Doblepensar

El blog favorito de la mamá de Olavia Kite.


挨拶/逃亡

Anoche fui a ver Good Bye Lenin! con los miembros del club de alemán (de cuya existencia no tenía idea hasta ahora) y algunos estudiantes de diversos niveles del idioma. Machiko, una compañera de clases, se alegró de encontrar una cara familiar entre el grupillo de desconocidos y me invitó a sentarme a su lado. Justo entonces ingresó al salón el omnipresente de mi vecino, el señor Sakaguchi. No sé por qué no cruzamos palabra pese a que se sentó cerca de mí.

La película terminó y hubo una sesión de preguntas para Herr Rude (mi antiguo profesor y encargado de estas noches de película). Machiko me susurró que tenía que irse de inmediato pero se contuvo en el asiento un rato más. Tras oír un intercambio de palabras sobre el muro de Berlín a lo largo del cual asentí y dije «ooooh» varias veces así me parecieran aburridísimas las observaciones, vi que Sakaguchi se acercó a hablar con un corrillo de representantes del club. Entonces me escabullí del salón sin siquiera ocurrírseme que podría esperar un poco y despedirme. Por el contrario, en mi cabeza apareció toda suerte de obstáculos para emitir un simple «adiós, nos vemos»—«De seguro está ocupadísimo hablando con esta gente, mejor no lo interrumpo»... «No voy a dar pie a malinterpretaciones dejando en evidencia que la extranjera lo está esperando»...

En Colombia es apenas natural saludar a cualquiera que se cruce por su camino y resulte familiar. La lógica del saludo se puede reducir a lo que decía mi tío mientras manejaba la camioneta de mi abuelo por las veredas de Puerto Boyacá: «a nadie se le niega una pitadita». Si usted lo conoce, lo saluda. Si no lo conoce y está en el campo, en un hotel o escalando una montaña, también lo saluda. A veces en un ascensor también. Si se lo encuentra en una reunión y le tiene cierto grado de aprecio, lo busca para despedirse o le deja saludos. Si usted está a punto de abandonar una reunión casera, tiene que pasearse por toda la sala despidiéndose uno a uno de cada familiar, amigo, amigo de amigo y familiar de familiar que quede. Si usted no saluda, no se despide o hace cualquiera de los dos demostrando un nivel de afecto inferior al que se cree tener, algo anda mal. En conclusión: en caso de duda, salude. ¡Recuerde las palabras de mi tío!

En Japón, sin embargo, el saludo depende de una serie de factores que aún no llego a entender. La frase japonesa equivalente a «buenos días» es válida a cualquier hora siempre y cuando se use la primera vez en el día que uno se encuentra al interlocutor. Asumo también que este interlocutor debe ser conocido, pues nunca he oído un «ohayou» del señor de la entrega de paquetes a no ser que realmente sean horas de la mañana, pero en este caso el saludo matutino es dicho en su modo formal («ohayou gozaimasu»). La venia puede sustituir el saludo (pero el saludo sin venia no va). Si uno ha saludado a alguien y se lo vuelve a encontrar, no puede saludarlo de nuevo. A veces hay una sonrisa fugaz o un gesto de sorpresa; a veces uno se hace el loco y sigue derecho. La despedida es aún más compleja: Según una profesora que tuve en Tokio, para no pasar momentos de incertidumbre al tener que despedirse dos veces, uno puede tomar un camino diferente al habitual y así evitar reencontrarse al ya despedido. Irse sin despedirse, tal como hice yo anoche, es una opción perfectamente válida bajo quién sabe qué circunstancias. En caso de duda, ¡huya!

Para los extranjeros que constantemente buscamos conocer nuestro lugar (o falta de él) en la sociedad japonesa, la adaptación comprende un proceso de desarraigo que en últimas nos deja en medio del agua y sin tabla de salvación. Damos brazadas creyendo saber adónde vamos pero ya no vemos ninguna playa en el horizonte. Desde las orillas nos observan muchos, pero nadie nos reconoce. Así pues, seguimos a tientas y bajo el sol, tragando agua salada convencidos de que algún día la punta del pie tocará la suave arena y podremos descansar. Ese día, empero, está muy lejos.

En el oscuro y silencioso camino a casa pude oír un debate en mi cabeza. Debí haberme despedido. Estuvo bien no haberme despedido. Es de mala educación ignorar así a la gente que uno conoce. Mala educación habría sido andar ahí de metiche buscando un adiós innecesario. La cabeza se me hace un caldo de tantas ideas contradictorias que voy acumulando en este lugar. Me gustaría que algo, algo fuera simple y claro en mi vida. Un mensaje directo. Un sentimiento recíproco. Un saludo—¡¿qué tan complicado puede ser un saludo!?

Pero todo es ambiguo acá adentro. En caso de duda, avanzo/huyo.


[ — ウルフルズ ]

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