Universidad de Tsukuba, salón 2B207, 9:15am.
La hoja que nos entregó la niña que está haciendo la presentación tiene como título "Edger Allan Poe and Horrid Laws of Political Economy" (sic). Edger. En un curso anual sobre Edgar Allan Poe. Habiendo tenido más de una semana para obturar las pupilas frente a una fotocopia que dice en letras grandes y negras "Edgar Allan Poe and the Horrid Laws of Political Economy". ¿Esta gente realmente lee o su cerebro corre Google Translate?
No tiene absolutamente ningún sentido venir a un salón a dejar vibrar los huesecillos del oído mientras alguien dedica toda la clase a presentar un resumen traducido de tres párrafos de la lectura que nos han repartido. Me gustaría estar aprendiendo algo aquí, pero creo que desde 2006 ha ocurrido de todo menos eso. Claro que en las aulas japonesas me he afianzado en el dibujo, si hemos de verle el lado positivo al asunto.
Me es imposible poner atención si no hay nada a lo cual poner atención. Poner atención al silencio, a las fastidiosas voces nasales que parecen estar diciendo algo pero en realidad solo farfullan fonemas vacíos. A mi lado alguien duerme.
QUÉ HAGO AQUÍ.
QUÉ HAGO AQUÍ.
QUÉ HAGO AQUÍ.
En momentos como este es fácil llegar a desear la muerte solo porque ello aseguraría que uno nunca más tendría que tumbarse sobre un retorcijón de metal y madera pelada a practicar la meditación forzada durante 1.25 horas.
Esto no es sino una sala de espera en la que no dejan leer revistas. Paciencia kafkiana.
[ A Bar in Amsterdam — Katzenjammer ]
La hoja que nos entregó la niña que está haciendo la presentación tiene como título "Edger Allan Poe and Horrid Laws of Political Economy" (sic). Edger. En un curso anual sobre Edgar Allan Poe. Habiendo tenido más de una semana para obturar las pupilas frente a una fotocopia que dice en letras grandes y negras "Edgar Allan Poe and the Horrid Laws of Political Economy". ¿Esta gente realmente lee o su cerebro corre Google Translate?
No tiene absolutamente ningún sentido venir a un salón a dejar vibrar los huesecillos del oído mientras alguien dedica toda la clase a presentar un resumen traducido de tres párrafos de la lectura que nos han repartido. Me gustaría estar aprendiendo algo aquí, pero creo que desde 2006 ha ocurrido de todo menos eso. Claro que en las aulas japonesas me he afianzado en el dibujo, si hemos de verle el lado positivo al asunto.
Me es imposible poner atención si no hay nada a lo cual poner atención. Poner atención al silencio, a las fastidiosas voces nasales que parecen estar diciendo algo pero en realidad solo farfullan fonemas vacíos. A mi lado alguien duerme.
QUÉ HAGO AQUÍ.
QUÉ HAGO AQUÍ.
QUÉ HAGO AQUÍ.
En momentos como este es fácil llegar a desear la muerte solo porque ello aseguraría que uno nunca más tendría que tumbarse sobre un retorcijón de metal y madera pelada a practicar la meditación forzada durante 1.25 horas.
Esto no es sino una sala de espera en la que no dejan leer revistas. Paciencia kafkiana.
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