Ultimate Showdown
2 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy jueves, septiembre 09, 2010 a las 7:00 p. m..
Tengo que pensar en cosas que hacer cuando regrese a Colombia.
No sé si después de haber dicho esto deba explicar que voy a regresar a Colombia. Sí, for good. Sí, tanto tiempo ha pasado, querido lector, y todo se acaba. Por suerte este blog no —fear not—, pero las becas sí. Cuando el sensei hace las rondas de la mañana y ve que uno ya domina bien las artes de dejar las frases sin terminar, responder toda pregunta con "¡hn!" y dar venias como si la vida fuera el eterno final de un show de variedades, hay un close-up a su cara de satisfacción mientras emite un gruñido y asiente lentamente. Entonces es hora de recibir un pedazo de papel primorosamente adornado y desfilar en carro de bomberos bajo una lluvia de papelitos de colores.
Claro que en este momento la Universidad de Tsukuba tiene otra opinión y pretende enviarme de regreso a casa a patadas y sin diploma. Yo sigo intentando convencerlos de que, habiendo aprendido los rudimentos del japonés, el alemán, el ukulele, la bisutería y la humillación, ya he cumplido mi misión en este lado del mundo, pero parece que aún me falta un par de sesiones de flagelación y vueltas al pueblo en cepo. Parece un asunto excepcional, pero es tan solo otro emocionante capítulo de un año cargado de acción burocrática, no acabando de emerger del episodio aquel en el que intentaban sacarme de mi apartamento por no contestar el teléfono cuando me llamaban a pedirme que pagara meses de arriendo que ya había pagado. Cabe anotar que los que llamaban no eran los dueños del inmueble sino los dulces y carismáticos encargados del centro de estudiantes internacionales, siempre tan dispuestos a ayudar al extranjero en apuros. Ahora mis verdugos son las directivas de la facultad, empeñados en hacerme ver que en casi cuatro años no he atinado a hacer absolutamente nada bien. Extranjera estúpida, siempre haciendo de las suyas. ¿Es que no conoce las reglas? Pues no, no señor, a mí nadie me explicó nada. La persona encargada de ello pasaba cada mes a pedir mi firma para que le pagaran y ya.
En fin. Hoy empieza otro round de la pelea, siempre un paso más cerca del ultimate showdown, y yo ya voy preparando las vendas y el alcohol. De cualquier manera, ya casi se acaba el final de este periplo. Estuvo todo muy bueno y muy malo al mismo tiempo, muchas gracias, pero ya quiero que llegue el día de coger mi atado de ropa y subirme de polizonte a un tren de carga para llegar con la cara sucia y sudorosa a aquel ranchito perdido en medio de las colinas que tanto recuerdo. Espero que quien me reciba al otro lado no se asuste al encontrarme toda cubierta de cicatrices. Son historias; ya nos sentaremos al amor del fuego a contarlas todas.
[ Ping Island Lightning Strike Rescue — Mark Mothersbaugh ]
No sé si después de haber dicho esto deba explicar que voy a regresar a Colombia. Sí, for good. Sí, tanto tiempo ha pasado, querido lector, y todo se acaba. Por suerte este blog no —fear not—, pero las becas sí. Cuando el sensei hace las rondas de la mañana y ve que uno ya domina bien las artes de dejar las frases sin terminar, responder toda pregunta con "¡hn!" y dar venias como si la vida fuera el eterno final de un show de variedades, hay un close-up a su cara de satisfacción mientras emite un gruñido y asiente lentamente. Entonces es hora de recibir un pedazo de papel primorosamente adornado y desfilar en carro de bomberos bajo una lluvia de papelitos de colores.
Claro que en este momento la Universidad de Tsukuba tiene otra opinión y pretende enviarme de regreso a casa a patadas y sin diploma. Yo sigo intentando convencerlos de que, habiendo aprendido los rudimentos del japonés, el alemán, el ukulele, la bisutería y la humillación, ya he cumplido mi misión en este lado del mundo, pero parece que aún me falta un par de sesiones de flagelación y vueltas al pueblo en cepo. Parece un asunto excepcional, pero es tan solo otro emocionante capítulo de un año cargado de acción burocrática, no acabando de emerger del episodio aquel en el que intentaban sacarme de mi apartamento por no contestar el teléfono cuando me llamaban a pedirme que pagara meses de arriendo que ya había pagado. Cabe anotar que los que llamaban no eran los dueños del inmueble sino los dulces y carismáticos encargados del centro de estudiantes internacionales, siempre tan dispuestos a ayudar al extranjero en apuros. Ahora mis verdugos son las directivas de la facultad, empeñados en hacerme ver que en casi cuatro años no he atinado a hacer absolutamente nada bien. Extranjera estúpida, siempre haciendo de las suyas. ¿Es que no conoce las reglas? Pues no, no señor, a mí nadie me explicó nada. La persona encargada de ello pasaba cada mes a pedir mi firma para que le pagaran y ya.
En fin. Hoy empieza otro round de la pelea, siempre un paso más cerca del ultimate showdown, y yo ya voy preparando las vendas y el alcohol. De cualquier manera, ya casi se acaba el final de este periplo. Estuvo todo muy bueno y muy malo al mismo tiempo, muchas gracias, pero ya quiero que llegue el día de coger mi atado de ropa y subirme de polizonte a un tren de carga para llegar con la cara sucia y sudorosa a aquel ranchito perdido en medio de las colinas que tanto recuerdo. Espero que quien me reciba al otro lado no se asuste al encontrarme toda cubierta de cicatrices. Son historias; ya nos sentaremos al amor del fuego a contarlas todas.
[ Ping Island Lightning Strike Rescue — Mark Mothersbaugh ]
¡pero está viva y cuerda después de cuatro (¿cuatro?)años *en tsukuba*! ¿le parece pescao?
en el desfile de graduación yo me pido vestirme de porrista y desfilar con bastón y french poodle para celebrarle.
Duro con ellos, que la pelea mas chevere siempre es la del final del pelicula, en donde la heroina sale untada de sangre pero con el cinturonzote dorado (y super boleta) gritando; Mamaaaaa, toy triunfandooooo... en camara lenta.
Buena suerte doña Olavia.