La rénovation de la memoire
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy domingo, junio 22, 2008 a las 10:36 a. m..
Un día me desperté con el recuerdo de una bicicleta parqueada a un costado de la plaza central de Villa de Leyva en una tarde lluviosa. Pese a que había pasado mucho tiempo desde aquel instante, mi boca aún conservaba el sabor de un pie de guayaba bajado con tinto. Entonces decidí que era hora de renovar la memoria, de convertirla en un nuevo conjunto de reminscencias con las cuales sentir el paso de la brisa sobre los tejados y las copas de los árboles en Tsukuba. Pagué una cantidad exorbitante de dinero a un ente desconocido y me senté sobre el futón a esperar.
Los días se sucedieron, no como en las películas donde las sombras de los rascacielos giran como cabezas haciendo un ejercicio de calentamiento de cuello mientras sus entrañas se llenan de minúsculos destellos, sino con la lentitud de lo inconmensurable. Las tardes bañaban los árboles de una inexplicable tinta ambarina que lentamente se iba colando entre los resquicios de la tierra hasta apagarse por completo. Nadie podía garantizar que el día siguiente no fuera la repetición en cámara lenta del anterior.
No obstante el ocasional desespero, el tiempo supo seguir su marcha certera. Ahora hay un maletín negro en una esquina de mi habitación. Es como una pequeña versión petrificada de mí misma, aguardando con las piernas cruzadas, un codo sobre la rodilla y el mentón sobre la palma. Voy a cerrar los ojos un rato. Cuando los abra me veré arrastrándolo escaleras abajo, por sobre el andén irregular, cruzando una calle y luego otra, hacia la parada de bus. Ese será el día más largo del año, durmiendo la tarde para abrir los ojos nuevamente en la mañana—una nueva oportunidad de comprobar que estoy viviéndolo, de subrayar aquella fecha en la que la noche sólo habrá caído cuando del otro lado de un vidrio lejano vea un par de ojos chispear de súbito al encontrar los míos. Entonces la renovación de los recuerdos habrá comenzado.
[ Into the Mystic — Van Morrison ]
Los días se sucedieron, no como en las películas donde las sombras de los rascacielos giran como cabezas haciendo un ejercicio de calentamiento de cuello mientras sus entrañas se llenan de minúsculos destellos, sino con la lentitud de lo inconmensurable. Las tardes bañaban los árboles de una inexplicable tinta ambarina que lentamente se iba colando entre los resquicios de la tierra hasta apagarse por completo. Nadie podía garantizar que el día siguiente no fuera la repetición en cámara lenta del anterior.
No obstante el ocasional desespero, el tiempo supo seguir su marcha certera. Ahora hay un maletín negro en una esquina de mi habitación. Es como una pequeña versión petrificada de mí misma, aguardando con las piernas cruzadas, un codo sobre la rodilla y el mentón sobre la palma. Voy a cerrar los ojos un rato. Cuando los abra me veré arrastrándolo escaleras abajo, por sobre el andén irregular, cruzando una calle y luego otra, hacia la parada de bus. Ese será el día más largo del año, durmiendo la tarde para abrir los ojos nuevamente en la mañana—una nueva oportunidad de comprobar que estoy viviéndolo, de subrayar aquella fecha en la que la noche sólo habrá caído cuando del otro lado de un vidrio lejano vea un par de ojos chispear de súbito al encontrar los míos. Entonces la renovación de los recuerdos habrá comenzado.
[ Into the Mystic — Van Morrison ]
Etiquetas: himura, love or lack thereof
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