Walking After You
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy domingo, noviembre 11, 2007 a las 4:20 p. m..
Yo no elegí esto. Yo no me fui a vivir catorce horas en el futuro para poner a prueba mi umbral del dolor y de paso el tuyo. Nadie quisiera estar en nuestro lugar—ni siquiera nosotros—y bien lo sabes. ¿Acaso existe el primer idiota que haya tomado conscientemente la decisión de convertir su vida en una sucesión de días deslavados, uniformes e indiscernibles como las cuentas de un viejo rosario pendiente de un mantra de esperanza? ¿No estaban nuestras vidas arregladas de antemano como para venir a deshilacharlas de esta manera?
La solución más sensata a esta masoquista paradoja del espacio-tiempo sería romper los lazos que la generan y concentrarnos en proyectos más factibles. La proximidad, por ejemplo, que es un principio razonable de las relaciones sentimentales en estas épocas tan poco poéticas. Pero no hemos de olvidar que ésta no es una situación de la cual podría liberarme simplemente diciendo "pudo más la distancia" y así partir en busca de una historia más local, más fácil de relacionar con caminatas vespertinas y desayunos en una sartén y dos platos. El deseo ferviente de poder decirle a mi compañera de clase que el hombre que acababa de llegar venía conmigo aquella mañana de sábado no fue algo susceptible de ser aceptado o rechazado con antelación.
Decir que me cansé de esperar no supone una anestésica derrota sino el incalmable dolor que implica esta impotencia de quererte a ti, aquí y ahora, sin más aliciente que tu voz y tu rostro sonriente en diferido. Mi necesidad de hablar contigo cada vez que nuestros diametrales horarios lo permiten no obedece a un impulso egoísta de la soledad irredimible. Es cierto que no hay nadie más, pero no es el "no hay nadie más" de hombros encogidos en una plaza desierta: es la conclusión a la que he llegado tras escrutar entre todas las voces y todos los rostros y comprender que la más cosmopolita de las ciudades es un grotesco amasijo de concreto, vidrio y acero si no vienes tú para ayudarme a darle forma.
[ Long, Long, Long — The Beatles ]
La solución más sensata a esta masoquista paradoja del espacio-tiempo sería romper los lazos que la generan y concentrarnos en proyectos más factibles. La proximidad, por ejemplo, que es un principio razonable de las relaciones sentimentales en estas épocas tan poco poéticas. Pero no hemos de olvidar que ésta no es una situación de la cual podría liberarme simplemente diciendo "pudo más la distancia" y así partir en busca de una historia más local, más fácil de relacionar con caminatas vespertinas y desayunos en una sartén y dos platos. El deseo ferviente de poder decirle a mi compañera de clase que el hombre que acababa de llegar venía conmigo aquella mañana de sábado no fue algo susceptible de ser aceptado o rechazado con antelación.
Decir que me cansé de esperar no supone una anestésica derrota sino el incalmable dolor que implica esta impotencia de quererte a ti, aquí y ahora, sin más aliciente que tu voz y tu rostro sonriente en diferido. Mi necesidad de hablar contigo cada vez que nuestros diametrales horarios lo permiten no obedece a un impulso egoísta de la soledad irredimible. Es cierto que no hay nadie más, pero no es el "no hay nadie más" de hombros encogidos en una plaza desierta: es la conclusión a la que he llegado tras escrutar entre todas las voces y todos los rostros y comprender que la más cosmopolita de las ciudades es un grotesco amasijo de concreto, vidrio y acero si no vienes tú para ayudarme a darle forma.
[ Long, Long, Long — The Beatles ]
Etiquetas: diatriba, himura, love or lack thereof
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