La llama lanzallamas
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy domingo, julio 25, 2010 a las 11:25 p. m..
Voy a escribir porque no se me ocurre qué más hacer. Me duele la cabeza y dejé que me crecieran demasiado las uñas. Dejé que me crecieran demasiado las uñas y se me tropiezan en mi mayor, lo cual dificulta enormemente la práctica del ukulele. Mi mayor es una nota muy sencilla en guitarra, pero muy cansona en ukulele. Y peor aún con estas garras que hacen ruido al teclear. No estoy acostumbrada a esto desde que tocaba bajo y me tocaba mantenerlas cortísimas.
Quisiera poder escribir entradas de diario interesantes como j. Hoy en Pandi mis padres y yo comimos brevas con arequipe y hablamos de cómo las brevas son mucho mejores con queso costeño. Jugué ping-pong con mi papá. Mi papá es mucho mejor que yo, pero yo no soy tan, tan mala. Es el único deporte en el que no soy ridículamente mala, a decir verdad.
j. dice que hay que escribir todos los días, pero si cada día escribo basura como esta, realmente no hay mucha esperanza en el mundo para mí. Escribiré sobre una llama que escupe fuego: la llama lanzallamas. La policía secreta de Perú recibe de vez en cuando casos especiales que requieren armas ultrasecretas perfectamente camuflables entre el paisaje. Cuando las cosas se ponen pesadas el jefe aprieta un botón y le murmura al segundo en el mando: "llama a la llama lanzallamas". Lo que al lector no le queda claro al empezar a leer "La llama lanzallamas" es si se trtata de una fuga de gas que ha cobrado vida o de una llama hembra que anda pariendo como si botara balas de cañón. Ni lo uno ni lo otro.
Espere "La llama lanzallamas" en su kiosco favorito. Esperemos el fin de las conversaciones con j. a raíz de esta manifestación de talento literario nulo.
[ When You Smile — The Flaming Lips ]
Quisiera poder escribir entradas de diario interesantes como j. Hoy en Pandi mis padres y yo comimos brevas con arequipe y hablamos de cómo las brevas son mucho mejores con queso costeño. Jugué ping-pong con mi papá. Mi papá es mucho mejor que yo, pero yo no soy tan, tan mala. Es el único deporte en el que no soy ridículamente mala, a decir verdad.
j. dice que hay que escribir todos los días, pero si cada día escribo basura como esta, realmente no hay mucha esperanza en el mundo para mí. Escribiré sobre una llama que escupe fuego: la llama lanzallamas. La policía secreta de Perú recibe de vez en cuando casos especiales que requieren armas ultrasecretas perfectamente camuflables entre el paisaje. Cuando las cosas se ponen pesadas el jefe aprieta un botón y le murmura al segundo en el mando: "llama a la llama lanzallamas". Lo que al lector no le queda claro al empezar a leer "La llama lanzallamas" es si se trtata de una fuga de gas que ha cobrado vida o de una llama hembra que anda pariendo como si botara balas de cañón. Ni lo uno ni lo otro.
Espere "La llama lanzallamas" en su kiosco favorito. Esperemos el fin de las conversaciones con j. a raíz de esta manifestación de talento literario nulo.
[ When You Smile — The Flaming Lips ]
Etiquetas: bluelephant, diatriba, ukulele

Palitos y bolitas
4 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy martes, mayo 25, 2010 a las 5:06 p. m..
Todos mis amigos en Tsukuba me preguntan por qué anduve perdida la semana pasada. Yo sé que la rumba no es lo mismo sin mí, pero a veces hay que alejarse del ruido y las luces para reconectarse con el centro de uno mismo. Ustedes saben, para ser más zen y escuchar la inner voice. Yo los quiero mucho y amo emborracharme con ustedes pero estoy en un país oriental y aquí se vino fue a meditar, y como hasta ahora no lo estaba logrando pues me fui a Corea. Corea, el Japón chiviado de Asia, el Siete de Agosto del Extremo Oriente. Me fui sin saber nada ni esperar nada más que un reencuentro conmigo misma; el resto vendría por añadidura (Google search: "Seoul nightlife"). Con la espiritualidad por el cielo llegué a Incheon y cuál no sería mi sorpresa cuando veo una camisa color yema de huevo demasiado familiar para mi gusto en Arribos. Me le acerqué porque me pilló mirándolo y me sonrió y ya no tenía escapatoria.
—¿Usté qué hace aquí?—, le dije.
—No, más bien usté qué hace aquí.
—Hey, yo vivo en este continente. Y aquí no piden visa.
—Técnicamente usté no vive en este continente, usté está en una isla.
—Ay, en fin.
El pisco este venía dizque a una de sus cosas matemáticas que, imagino, consistirán en pararse frente a un tablero y llenarlo de matachos y luego ponerse la mano con el dedo índice y el pulgar en L bajo el mentón y decir "hmmm". Y al lado habrá muchos tipos de todas partes del mundo mirando el mismo tablero y diciendo "hmmm" también.
Pero bueno, en vista de que ninguno de los dos sabía leer palitos y bolitas nos fuimos juntos en el tren como para ofrecernos apoyo moral. Tampoco era que nos habláramos de a mucho durante el trayecto, así que mi plan de aislamiento hasta ahora funcionaba a medias tirando a bien. Sin embargo, él en su buena fe quiso bajarse en la misma estación de metro que yo dizque para ayudarme a encontrar mi hotel y resultamos cogiendo taxi para llegar quién sabe cómo a un lugar completamente inconexo de todo que no se parecía a nada visto ni antes ni después. Ahí se hizo evidente que tendríamos que pasar los siguientes días juntos si queríamos sobrevivir. Al hotel llegamos al fin después de ver un río gigantesco y luego volverlo a ver, la rabia convertida en miedo convertido en estoicismo nervioso convertido en genuino agradecimiento.
Desde entonces creo que nos hicimos amigos, como esos policías de las películas que viven un montón de aventuras juntos y vuelan (literalmente) en un Chevy Impala café con el Gran Cañón de fondo o algo así. Viendo el periplo en retrospectiva lo imagino despidiéndose de mí con cabestrillo después de ese episodio donde coge al jefe de la mafia con las manos en la masa y yo llego a último momento a dispararle cuando le está apuntando a la cara pero está dando su discurso final de cómo los policías son —somos— tan tontos. "¡Aguanta, Johnny!", grito yo mientras él se agarra el hombro ensangrentado, porque a todos los policías veteranos les disparan es en ese punto entre el pecho y el hombro donde a uno le gustaría recostarse si no fuéramos policías ni amigos de aventuras internacionales sino otras cosas más bonitas. Eso u oficinistas borrachos en el metro. Le estrecho la mano buena, le doy un abrazo pero suelta un "ughhh" gutural que nos da risa y le prometo que nos volveremos a ver algún día.
Así que eso estuve haciendo. O no, pero a quién le importan las caminatas sin rumbo y los festivales de luces y las comidas picantes que dejan los labios adoloridos. No me encontré ni nada por el estilo. No creo siquiera haber tenido tiempo de buscarme. Fui a Seúl, volví y ahora he vuelto con ustedes a continuar la fiesta.
[ Ride the Tiger — Jefferson Starship ]
—¿Usté qué hace aquí?—, le dije.
—No, más bien usté qué hace aquí.
—Hey, yo vivo en este continente. Y aquí no piden visa.
—Técnicamente usté no vive en este continente, usté está en una isla.
—Ay, en fin.
El pisco este venía dizque a una de sus cosas matemáticas que, imagino, consistirán en pararse frente a un tablero y llenarlo de matachos y luego ponerse la mano con el dedo índice y el pulgar en L bajo el mentón y decir "hmmm". Y al lado habrá muchos tipos de todas partes del mundo mirando el mismo tablero y diciendo "hmmm" también.
Pero bueno, en vista de que ninguno de los dos sabía leer palitos y bolitas nos fuimos juntos en el tren como para ofrecernos apoyo moral. Tampoco era que nos habláramos de a mucho durante el trayecto, así que mi plan de aislamiento hasta ahora funcionaba a medias tirando a bien. Sin embargo, él en su buena fe quiso bajarse en la misma estación de metro que yo dizque para ayudarme a encontrar mi hotel y resultamos cogiendo taxi para llegar quién sabe cómo a un lugar completamente inconexo de todo que no se parecía a nada visto ni antes ni después. Ahí se hizo evidente que tendríamos que pasar los siguientes días juntos si queríamos sobrevivir. Al hotel llegamos al fin después de ver un río gigantesco y luego volverlo a ver, la rabia convertida en miedo convertido en estoicismo nervioso convertido en genuino agradecimiento.
Desde entonces creo que nos hicimos amigos, como esos policías de las películas que viven un montón de aventuras juntos y vuelan (literalmente) en un Chevy Impala café con el Gran Cañón de fondo o algo así. Viendo el periplo en retrospectiva lo imagino despidiéndose de mí con cabestrillo después de ese episodio donde coge al jefe de la mafia con las manos en la masa y yo llego a último momento a dispararle cuando le está apuntando a la cara pero está dando su discurso final de cómo los policías son —somos— tan tontos. "¡Aguanta, Johnny!", grito yo mientras él se agarra el hombro ensangrentado, porque a todos los policías veteranos les disparan es en ese punto entre el pecho y el hombro donde a uno le gustaría recostarse si no fuéramos policías ni amigos de aventuras internacionales sino otras cosas más bonitas. Eso u oficinistas borrachos en el metro. Le estrecho la mano buena, le doy un abrazo pero suelta un "ughhh" gutural que nos da risa y le prometo que nos volveremos a ver algún día.
Así que eso estuve haciendo. O no, pero a quién le importan las caminatas sin rumbo y los festivales de luces y las comidas picantes que dejan los labios adoloridos. No me encontré ni nada por el estilo. No creo siquiera haber tenido tiempo de buscarme. Fui a Seúl, volví y ahora he vuelto con ustedes a continuar la fiesta.
[ Ride the Tiger — Jefferson Starship ]
Etiquetas: bluelephant, corea, viajes

La lámpara de mi cuarto se rompió hace tiempo, cuando intentaba arreglar un bombillo que no encendía. No conseguí repuesto para la parte quebrada, así que acostada en el futón recorro la grieta y la pego con cinta pegante mental. ¿Cinta plateada? ¿Cinta transparente? Miro la grieta y pienso en la palabra "cisma". Cisma, escisión, desavenencia. "Escisión" fue una de esas palabras que salieron en el Concurso de Ortografía cuando estaba en las eliminatorias del colegio. Tenía 13 años y pasé a la final. Me gané unos patines, lo cual siempre se me hizo extraño. ¿Qué mensaje querían enviar con ese premio? ¿"Deja de leer tanto, cuatro-ojos, y sal a tomar aire"? Y yo que ni siquiera tenía gafas, pero fue precisamente en esa final televisada que se hizo evidente mi miopía. Perdí por ciega.
Antes de mi gran debut como perdedora salió en el diario un perfil de los finalistas. Había una foto mía horrible (pero qué le hacemos si yo era horrible). Una entrevistadora me hizo preguntas y le parecí chistosísima. Mi mamá le dijo que yo escribía cuentos, que qué podíamos hacer para publicarlos. La señora era la encargada de Aventuras, el suplemento infantil del periódico del domingo. Dijo que podría enviarlos a su sección para publicarlos en la página de correspondencia de los (pequeños) lectores. No me atreví a hacerlo porque 1) estaba convencida de que de todas maneras no iban a publicar nada y 2) yo escribía en inglés. No obstante el desánimo, yo seguía convencida de que lo que quería era dedicarme a escribir cuentos y sacarlos en libritos. Aquí es donde viene la voz de j. diciendo que si quiero publicar tengo que escribir muchos cuentos primero. Entonces yo me pongo triste y furiosa conmigo misma porque es tal como me dijo Himura alguna vez, que yo no soy más que una simple escritora de blog, y es peor sabiendo que ahora los blogs pasaron de moda y lo de ahora es tener Tumblr donde nadie escribe de a mucho salvo j. que si no tuviera con qué escribir escribiría con su propia sangre, seguro. Como Alexandros Panagulis en Bogiati.
No sé a qué iba esta historia. Ah, sí, a que ya no escribo y lo único que tengo es este rectangulito, y eso, porque después de lo pasmada que quedé en Europa le perdí la práctica por completo. Y eso que tenía hartas cosas que contar. Pero con todo y la hirviente frustración que me produce esta involuntaria escisión de lo que otrora creyera vital, hoy voy a hacerle caso a ese par de patines y me voy a tomar el sol.
[ Afuera — Caifanes ]
Antes de mi gran debut como perdedora salió en el diario un perfil de los finalistas. Había una foto mía horrible (pero qué le hacemos si yo era horrible). Una entrevistadora me hizo preguntas y le parecí chistosísima. Mi mamá le dijo que yo escribía cuentos, que qué podíamos hacer para publicarlos. La señora era la encargada de Aventuras, el suplemento infantil del periódico del domingo. Dijo que podría enviarlos a su sección para publicarlos en la página de correspondencia de los (pequeños) lectores. No me atreví a hacerlo porque 1) estaba convencida de que de todas maneras no iban a publicar nada y 2) yo escribía en inglés. No obstante el desánimo, yo seguía convencida de que lo que quería era dedicarme a escribir cuentos y sacarlos en libritos. Aquí es donde viene la voz de j. diciendo que si quiero publicar tengo que escribir muchos cuentos primero. Entonces yo me pongo triste y furiosa conmigo misma porque es tal como me dijo Himura alguna vez, que yo no soy más que una simple escritora de blog, y es peor sabiendo que ahora los blogs pasaron de moda y lo de ahora es tener Tumblr donde nadie escribe de a mucho salvo j. que si no tuviera con qué escribir escribiría con su propia sangre, seguro. Como Alexandros Panagulis en Bogiati.
- A match as a pen
- Blood on the floor as ink
- The forgotten gauze cover as paper
- But what should I write?
- I might just manage my address
- This ink is strange; it clots
- I write you from a prison
- in Greece
No sé a qué iba esta historia. Ah, sí, a que ya no escribo y lo único que tengo es este rectangulito, y eso, porque después de lo pasmada que quedé en Europa le perdí la práctica por completo. Y eso que tenía hartas cosas que contar. Pero con todo y la hirviente frustración que me produce esta involuntaria escisión de lo que otrora creyera vital, hoy voy a hacerle caso a ese par de patines y me voy a tomar el sol.
[ Afuera — Caifanes ]
Etiquetas: bluelephant, diatriba, himura, reminiscencias

Transambulare
6 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy sábado, abril 17, 2010 a las 9:24 p. m..
Pensar y pensar y pensar y pensar y pensar y pensar y pensar.
Me encuentro con este espacio en blanco después de todo un mes y me pregunto qué hacer con él. Antes lo sabía bien, pero ya no. Ahora pienso y pienso y pienso y pienso. Podría recurrir al cliché de "parece como si lo hubiera soñado", pero no. Me aferro a la realidad de lo que ocurrió y saboreo sus últimas migajas. Hay envolturas de chocolate desperdigadas en el cuarto, un tulipán de madera sobre una cajonera, nuevos libros en mi biblioteca. Pasé días royendo un queso zaanlander.
Todo esto sucedió.
No hay un traboule interdimensional que me deje sobre el Cours Lafayette. No hay un tranvía interdimensional que me deje en Servette. Quiero volver, pero ¿cómo? Es imposible. Se acabaron las vacaciones. Si aguardara hasta las siguientes, encontraría las ciudades desnudas. Todos se habrían ido. Todos los que me importan.
Quisiera que me esperaran. Quisiera esperarlos.
[ The Church of What's Happening Now — Sia ]
Me encuentro con este espacio en blanco después de todo un mes y me pregunto qué hacer con él. Antes lo sabía bien, pero ya no. Ahora pienso y pienso y pienso y pienso. Podría recurrir al cliché de "parece como si lo hubiera soñado", pero no. Me aferro a la realidad de lo que ocurrió y saboreo sus últimas migajas. Hay envolturas de chocolate desperdigadas en el cuarto, un tulipán de madera sobre una cajonera, nuevos libros en mi biblioteca. Pasé días royendo un queso zaanlander.
Todo esto sucedió.
No hay un traboule interdimensional que me deje sobre el Cours Lafayette. No hay un tranvía interdimensional que me deje en Servette. Quiero volver, pero ¿cómo? Es imposible. Se acabaron las vacaciones. Si aguardara hasta las siguientes, encontraría las ciudades desnudas. Todos se habrían ido. Todos los que me importan.
Quisiera que me esperaran. Quisiera esperarlos.
[ The Church of What's Happening Now — Sia ]
Etiquetas: bluelephant, cavorite, francia, genève, lyon, suiza, viajes

Perdidojen Tokio
12 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy lunes, marzo 15, 2010 a las 4:16 a. m..j. estuvo aquí. Hizo mala cara todo el tiempo. Tuve que ir a recogerlo hasta Kioto en tren bala porque Lucía, mi dai-sempai, no se lo aguantaba más. Se quejaba de lo profanados que andaban los templos, del precio de ingreso a Kiyomizu-dera, de lo mucho que Gion se parecía a La Candelaria. Al fin me tocó arrastrarlo a Nara con la esperanza de que los venados lo espantaran a topetazos. Lamentablemente, los venados estaban entrenados para hacer venias y dar las gracias por la visita a la salida de Todai-ji.
Ya en Tsukuba, me despertó a las tres de la mañana un día para que lo llevara a Tsukiji. Le dije que lo olvidara, que ni loca iría a esquivar carritos transportadores de pescado. Sin embargo, a las 5.20am estábamos roncando en un bus—eso o habíamos sufrido un corto episodio de muerte cerebral gracias a la habitual falta de aire de la flota Kantetsu. En el mercado se las arregló para comprar a punta de señas un pulpo vivo como buena acción del día, pero a la salida un carrito conducido por un trabajador xenófobo nos embistió y el animal sacrificó su vida para evitarles a nuestros familiares el dilema del millón de yenes. Lloramos todo el resto del día.
Pese al trauma (que me dejó con una mueca de eterno pasmo), tuvimos la suficiente frialdad para hablar de la cría y posterior matanza del wasabi. El wasabi se sumerge en una piscina llena de sake hasta que se le tuestan los nervios de la borrachera; entonces se coge del tallo y se degüella. Al final es puro mercy killing. El tema nos remitió entonces a aquella delicia que es el calostro de soya, tal vez por lo que veníamos comiendo helado de ese sabor. El problema de la cría de soya es que uno termina poniéndole nombre y no se imaginan el sufrimiento que es matar a Mameshiba o como quiera que se llame aquel ser simpatiquín cuyo cadáver terminará tirado en un establo hasta que empiece a oler raro y rezumar viscosidades pegajosas. Para ese entonces ya no se le conocerá como Mameshiba sino nattou, y se comerá con salsa de soya y aderezo picante. Lo peor es saber que, como el pulpo, la soya está dispuesta a salvar a sus amos. Se sabe del caso de una que corrió a un poblado vecino para alertar a los aldeanos del incendio de la granja donde vivía mientras sus dueños dormían. Lassie está basada en esta historia, pero tocó cambiar la soya por un perro por cuenta del sentimiento antijaponés de la época.
Al final j. se fue como vino, con su mala cara, su maleta de rueditas y su pelo de David Foster Wallace. Le voy a decir que vuelva pronto para poner en marcha nuestro proyecto de traer a cinco palmireños, darles una cámara y un teléfono de emergencia y botarlos en Asakusa o Akihabara a filmar sus experiencias. Mirá ve, perdidojen Tokio.
[ Little Person — Jon Brion ]
Etiquetas: bluelephant

Los hacendados, ¿hacen dados?
8 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy lunes, febrero 22, 2010 a las 6:24 p. m..
j. le propone un problema a Cavorite, un problema con dados. Hay que encontrar la manera de que el mayor valor del dado A le gane al del lado B, y a su vez este le gane al del dado C, y este además le gane al del dado A.
A mí se me ocurre una solución: que los dados tengan como valores cartas de la baraja francesa. Así, el as será menor que cualquier otro número pero de todas maneras le ganará al mayor valor. Cavorite me dice que eso no se puede porque el problema exige el uso de números naturales y J, Q y K no lo son. Yo le digo que no importa, quitamos esos y de todas maneras el as sigue siendo mayor y menor al mismo tiempo. Obviamente, mi respuesta no es tomada en serio. Me rindo. Él insiste. Arguyo, en favor de mi falta de rigor matemático, que yo no veo números en mi cabeza como para resolver el problema de manera apropiada (en realidad sí los veo, pero son de colores y están en Helvetica Regular). Sorprendido, él levanta la mirada: ¿no? ¿Qué veo entonces? Él, por ejemplo, ve las reglas del ejercicio. Yo le digo que lo que hay en mi mente son tres dados en corrillo, cada uno de diferente tamaño. Si el tamaño de cada dado representa su valor, la manera de hacer que el mayor sea más pequeño que el menor sería poniéndolos en las esquinas de una escalera escheriana. "Necesitamos dados Escher", concluyo. Bluelephant se entera de mi sugerencia: pronta y tajantemente responde que no, que esto es un problema de verdad. De todas maneras Cavorite opina que mis soluciones son "bonitas", y con "bonitas" me figuro que quiere decir "no te has tomado tu clozapina".
Me pregunto cómo será ver reglas. Observo a Cavorite agazapado sobre su escritorio y noto que su cabeza desaparece parcialmente tras una larga lista ilegible de comandos. Están al revés: me encuentro al otro lado de su pantalla mental. Lo dejo ocupado con sus dados abstractos y me llevo los míos tan claros (e imposibles) a Tokio. Pronto pasaré un rato sentada en el sofá más bonito del mundo, pero esa es otra historia.
[ The Girl You Lost to Cocaine — Sia ]
Etiquetas: bluelephant, cavorite
