El Mar Interior
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy lunes, octubre 25, 2010 a las 8:18 p. m..Podría empezar por hablar de lo que vi. Números en el agua dentro de una casa oscura. Una habitación escondida que contiene una catarata. Un iglú de cuyo piso brotan gotas de agua que corren solas como mercurio. Una isla con olivos en todos los andenes. Las olivas sin encurtir son amargas. なめるだけでわかる。Calabazas gigantes en las playas. El ático de una casa vieja. Las paredes se están descascarando—hay algo tras el estuco—papel de envoltura de Matsuzakaya—"thank you"—orquídeas—hojas de un periódico—Eisenhower—アイゼンハワー—buscamos la fecha desesperadamente por todo el cuarto—1949. La oscuridad. El café yemení. Parezco mitad japonesa y mitad árabe, me dicen. Dos de las tres tiendas de este lado de la otra isla están cerradas por un funeral. Ya no hacen los funerales así, dice ella mientras pasamos por delante de una procesión con muñecos de papel. Les archives du cœur. La sala de espera del cielo. Un cuadro plano azul brillante en el que se puede entrar. No se conoce el fondo de las cosas. Walter de Maria. Cruzar el umbral y encontrarse en un sueño jodorowskiano. Las escaleras y la bola gigante y los palos dorados. Tadao Ando. Monet. Cuando me muera todo será como el Museo de Arte de Chichu.
También podría hablar de Yurika. Yurika y su risa y sus muecas. Ella me invita a bañarnos juntas porque el baño público de la isla también es una obra de arte. Lo que se sugiere versus lo que se muestra. Mi modo de vestir es bastante atrevido para los estándares japoneses. Hay un elefante sobre el muro. Me explica cómo se mata un pulpo. Le explico la operación de reasignación de género a partir del proceso de matanza del pulpo. Le cuento mis pasajes favoritos de El mono desnudo. Bicicletas prestadas. Subir colinas, bajar colinas. Con ella pierdo por completo el miedo a hablar en japonés.
Y acordarme de Yoji, nuestro anfitrión. Vivió en el País Vasco y ahora nos prepara lentejas. Toma la guitarra. La voz. La voz. La voz. If a fiddler played you a song, my love, and if I gave you a wheel, would you spin for my heart and my loneliness? Las versiones originales no le hacen justicia a lo que él hace. 神田川。"Kandagawa" no es lo mismo si no la canta él. Quiero que siga cantando. Quiero que no deje de cantar en mis recuerdos. "Tsukuba es lo que hay el día después del fin del mundo". Le gusta mi frase, se la repite a todos. Invita a un amigo. El amigo tiene los pies más horribles que yo haya visto jamás. Trae una guitarra bonita. Es un virtuoso. Toca canciones de los Beatles y yo las canto. Hacemos un dúo guitarra-ukulele para "Love" (la de John Lennon). Yoji nos cuenta que la canción fue inspirada en la simpleza del haiku. ¿No podré cantar así por siempre? ¿No podré cantar aquí por siempre?
どこでも
どこへも
Okayama. Himeji. Kobe. Yokohama. Tokio. Pestañeos vistos por un resquicio. Y de repente se acaba, inexplicable como todos los sueños. Hace frío.
[ Meditação — João Gilberto & Caetano Veloso ]
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Palitos y bolitas
4 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy martes, mayo 25, 2010 a las 5:06 p. m..—¿Usté qué hace aquí?—, le dije.
—No, más bien usté qué hace aquí.
—Hey, yo vivo en este continente. Y aquí no piden visa.
—Técnicamente usté no vive en este continente, usté está en una isla.
—Ay, en fin.
El pisco este venía dizque a una de sus cosas matemáticas que, imagino, consistirán en pararse frente a un tablero y llenarlo de matachos y luego ponerse la mano con el dedo índice y el pulgar en L bajo el mentón y decir "hmmm". Y al lado habrá muchos tipos de todas partes del mundo mirando el mismo tablero y diciendo "hmmm" también.
Pero bueno, en vista de que ninguno de los dos sabía leer palitos y bolitas nos fuimos juntos en el tren como para ofrecernos apoyo moral. Tampoco era que nos habláramos de a mucho durante el trayecto, así que mi plan de aislamiento hasta ahora funcionaba a medias tirando a bien. Sin embargo, él en su buena fe quiso bajarse en la misma estación de metro que yo dizque para ayudarme a encontrar mi hotel y resultamos cogiendo taxi para llegar quién sabe cómo a un lugar completamente inconexo de todo que no se parecía a nada visto ni antes ni después. Ahí se hizo evidente que tendríamos que pasar los siguientes días juntos si queríamos sobrevivir. Al hotel llegamos al fin después de ver un río gigantesco y luego volverlo a ver, la rabia convertida en miedo convertido en estoicismo nervioso convertido en genuino agradecimiento.
Desde entonces creo que nos hicimos amigos, como esos policías de las películas que viven un montón de aventuras juntos y vuelan (literalmente) en un Chevy Impala café con el Gran Cañón de fondo o algo así. Viendo el periplo en retrospectiva lo imagino despidiéndose de mí con cabestrillo después de ese episodio donde coge al jefe de la mafia con las manos en la masa y yo llego a último momento a dispararle cuando le está apuntando a la cara pero está dando su discurso final de cómo los policías son —somos— tan tontos. "¡Aguanta, Johnny!", grito yo mientras él se agarra el hombro ensangrentado, porque a todos los policías veteranos les disparan es en ese punto entre el pecho y el hombro donde a uno le gustaría recostarse si no fuéramos policías ni amigos de aventuras internacionales sino otras cosas más bonitas. Eso u oficinistas borrachos en el metro. Le estrecho la mano buena, le doy un abrazo pero suelta un "ughhh" gutural que nos da risa y le prometo que nos volveremos a ver algún día.
Así que eso estuve haciendo. O no, pero a quién le importan las caminatas sin rumbo y los festivales de luces y las comidas picantes que dejan los labios adoloridos. No me encontré ni nada por el estilo. No creo siquiera haber tenido tiempo de buscarme. Fui a Seúl, volví y ahora he vuelto con ustedes a continuar la fiesta.
[ Ride the Tiger — Jefferson Starship ]
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Transambulare
6 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy sábado, abril 17, 2010 a las 9:24 p. m..Me encuentro con este espacio en blanco después de todo un mes y me pregunto qué hacer con él. Antes lo sabía bien, pero ya no. Ahora pienso y pienso y pienso y pienso. Podría recurrir al cliché de "parece como si lo hubiera soñado", pero no. Me aferro a la realidad de lo que ocurrió y saboreo sus últimas migajas. Hay envolturas de chocolate desperdigadas en el cuarto, un tulipán de madera sobre una cajonera, nuevos libros en mi biblioteca. Pasé días royendo un queso zaanlander.
Todo esto sucedió.
No hay un traboule interdimensional que me deje sobre el Cours Lafayette. No hay un tranvía interdimensional que me deje en Servette. Quiero volver, pero ¿cómo? Es imposible. Se acabaron las vacaciones. Si aguardara hasta las siguientes, encontraría las ciudades desnudas. Todos se habrían ido. Todos los que me importan.
Quisiera que me esperaran. Quisiera esperarlos.
[ The Church of What's Happening Now — Sia ]
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Antonio Borja Won Pat
5 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy miércoles, enero 13, 2010 a las 7:24 a. m..
No en agua de color, sino en el color.
(¿Quién iba a pensar que la esencia del horizonte es salada?)
Tocarse la frente y sentir cómo se deshace en gránulos de nácar y coral,
Tener el cuerpo hecho de masa de galleta,
Pies sinuosos despegando en volutas bajo los pececillos asustados.
Dormitar en la playa,
Ocasionar el ocaso terroso de la piel
Al arrullo de los suspiros del viento.
No decir, no hacer, olvidar el timbre de la propia voz.
No pensar.
No saber.
No creer.
Ser.
[ Earth Song — Michael Jackson ]

Pasaron tantas cosas, tantos lugares, tantas personas. Sonreí y quise y reviré y dije adiós. Desperté. Me liberé de las cadenas que me tenían dando vueltas en la cama, obsesionada hasta la furia con un rompecabezas de más de dos mil piezas de un cuadro de Mucha. Podé las partes de mi vida que me molestaban, saboreé el silencio y por primera vez no me supo amargo.
Del año quedan detalles esparcidos, trozos brillantes de espejos reflejando miles de colores. Una miga de tartaleta en el brazo del boticario. Mis pies al fondo del tibio mar de esmeralda en Waikiki. Un ave alzando vuelo desde la cúpula de la bomba atómica en Hiroshima. La voz de Ovidio susurrando mi nombre. Las luces extáticas iluminando entre rugidos a Alex Kapranos. El radiotelescopio al atardecer. El hallazgo a tientas de una moneda de Arhuaco. La fría oscuridad de la inconsciencia en el baño de mi apartamento. La mirada cansada de Minori. El cielo imposiblemente azul bajo el que abrí los ojos para hallar a Cavorite a mi lado.
Tintinean los fragmentos con el viento que los arrastra para dar paso a recuerdos nuevos. Ahora miro a través de la ventana: amanece. Los rayos anaranjados se explayan sobre un edificio en la distancia y me encandilan; es una mañana más de las que quisiera que él viera conmigo. Ya vendrá el momento.
Y ahora, 2010.
[ Close Your Eyes— Basement Jaxx ]
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El calendario, por cierto, cayó estrepitosamente junto a mí y la silla en la que me apoyaba el otro día cuando intentaba cambiar la página de julio a agosto. La caída fue transmitida en vivo vía Skype a Arhuaco, un amigo al cual no sabría si catalogar como viejo o nuevo. Al parecer fue bastante aparatosa, porque a) él no se rió y b) tengo ahora un raspón en el hombro y la planta del pie aún me duele al caminar.
Supongo que le estoy dando largas al asunto de resumir este verano. La verdad es que no sé cómo hacerlo. Pasaron tantas, tantas cosas, que mi madre dice que viví en dos meses lo que no había vivido en diez. Creo que tiene razón. Veamos ahora qué pasa en los próximos diez meses, o qué se acumula para los dos meses que les sigan.
[ I've Been Everywhere — Johnny Cash]

Meses después de la tragedia, según cuenta un amigo, al pasar de noche en auto por el antiguo pueblo y hacer cambio de luces se revelaban brazos emergiendo de lo que ahora era el suelo como retoños macabros de un nuevo campo de silencio. La esposa del taxista que nos llevaba cuando pasamos por ahí hablaba de cuerpos colgando de los árboles. Se habían aferrado a sus ramas pero resultaron quemados por el lodo. A orillas de la carretera hay gigantescas rocas cuya presencia solo se entiende al saber que llegaron esa noche por el mortal camino del lahar. Las miles de cruces han ido desapareciendo, ladeadas entre los matorrales como si se hubieran cansado y resignado al olvido.
Hoy en día Armero es un gran pastizal de brillante berilio gracias a los oportunistas que fueron cercando las huellas del que hasta 1985 fuera uno de los municipios más prósperos de la región. Entre las ruinas que quedan se encuentran sentados vendedores de discos piratas con documentales sobre la catástrofe, calmados como si de cualquier paraje tolimense se tratara. Junto a ellos están los árboles que se han abierto paso entre las salas, los dormitorios, los segundos pisos, las letras de pintura pelada invocando la paz y el próspero futuro de un lugar que ya no es.



[ Soledad — Jorge Drexler ]
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El universo isotrópico y homogéneo
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy jueves, agosto 06, 2009 a las 7:13 a. m..Podría decir que le prometí que no escribiría mis observaciones sobre él, las escasas que le di frente al hotel en Medellín esa tarde, las que se fueron acumulando con el pasar de los días. No escribiría sobre cómo frunce los labios cuando se ríe, como tratando de contener el estruendo, o sobre cómo en mi mente él siempre tiene esa barba rala que me encantaba acariciar mientras él cerraba los ojos. No escribiría que temo olvidar el sonido de su voz.
Decir que estallábamos en carcajadas que eran como bandadas de palomas asustadas, que me habría gustado tomarle muchas más fotos—¡aún a sabiendas de que su mirada profunda nunca quedó perfectamente replicada en pixeles!—, que se burlaba de mi elección de vocabulario al hablar, que me quedé embelesada viendo con un solo ojo la instalación de su presencia solitaria en una galería vacía del Museo de Antioquia.
Pero nada de eso saldrá de mi boca. En silencio (aunque sonrientes) hemos retornado a nuestras respectivas galaxias distantes, luces antiquísimas que él entiende y yo solo atino a imaginar. Tal vez un día el radiotelescopio a la salida de mi barrio en Tsukuba capte una señal que me motive a soñar con un párrafo nuevo después de este punto final.
[ Hu Hu Hu — Natalia Lafourcade ]
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Baile Átha Cliath
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy miércoles, julio 01, 2009 a las 7:20 a. m..¡Dublín!
¿Y cómo diablos iba a llegar yo a Irlanda? Jugueteaba con la idea de tomar un ferry, pero al parecer lo más sensato era tomar otro vuelo.
El problema del nuevo tiquete se resolvía rápidamente: un avión con puestos estaba a punto de salir. Pero entonces recordaba—¡no tenía visa! Sin visa no habría transbordo y sin transbordo no habría Bogotá. Para colmo, la bruneyana abría la bocota para expresar extrañeza puesto que a ella nadie nunca le había pedido una visa. "Sí, pero es que el mío es un país pobre", replicaba yo con ganas de formar una L y una J con el índice y el pulgar de cada mano, ubicarlas alrededor de su cuello y convertirlas en paréntesis cada vez más cerradas.
Entonces caía en cuenta de una cosa más, como si fuera poco: se me había quedado el pasaporte en el apartamento en Tsukuba. La idea de salir corriendo a la embajada irlandesa a tratar de obtener una visa instantáneamente se iba desvaneciendo, y mi resignación me llevaba a salir del aeropuerto hacia las calles de Tokio, sobre la bahía. De repente, ya no era la niña de Brunei quien me acompañaba, sino Azuma. En la vida real esto constituiría un gran consuelo, pero en el sueño ella simplemente me decía que quería ir a un centro comercial en Odaiba. Desde donde estábamos paradas se veía gigantesco y tentador al otro lado del mar, pero la angustia y el desánimo me invitaban a abstenerme de abandonar la empresa de regresar a casa por pasar todo un día vitrineando y jugando Taiko no Tatsujin. De todas maneras alcanzaba a meditarlo un rato—antes de despertarme con el corazón en la mano y la certeza de que nadie iría a ninguna parte, mucho menos a Dublín.
[ So Easy — Röyskopp ]
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Los herbajos que nadie esperaba ver en setenta y cinco años se abren paso sin rubor por entre los escombros del edificio de la Exposición Comercial de Hiroshima. El interior del cuartel del emperador Meiji, frente al castillo reconstruido, es una cama de flores.
Los árboles de troncos chamuscados se resisten a caer y aún observan los tantos cauces desde lo alto, desafiantes y llenos de hojas.
Desde lo alto de las ruinas levanta vuelo un cuervo. Al otro lado del río, una pareja abrazada ríe en la oscuridad de la noche. Cerca de ellos, en la orilla, un joven con voz de cordero toca la guitarra rodeado de tres desconocidos con máscaras de lucha libre.
Qué estúpidos somos al creer que realmente podemos aniquilarlo todo para siempre.
[ Standing on the Shore — Empire of the Sun ]

Ceci n'est pas la grippe porcine
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy lunes, mayo 04, 2009 a las 8:05 a. m..En la tienda de importados me compré un frasco de yujacha para probar, sin saber que se convertiría en mi único remedio para el catarro.
Que alguien llame a la estación de Hiroshima para que dispongan a un funcionario con escoba y recogedor y le entregue a Azuma una bolsa con mis pedazos parlantes. O de pronto ella y yo seremos dos bolsas de añicos apestados que dejarán en un callejón o a la vera del río. Como para que no digan que no hicimos turismo. Después nos retornarán a Tsukuba en un camión de 宅急便 y junto con Yin completaremos tres paquetes ahí tirados entre muebles viejos a la entrada de algún edificio.
Nota para mis padres: no tengo influenza porcina, estoy segura. Si me llega a dar fiebre prometo ir al médico.
[ Reach Out, I'll Be There — Gloria Gaynor ]
Etiquetas: apothecary, azuma, chasco, hiroshima, viajes, yin

Because It's There
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy sábado, abril 04, 2009 a las 7:19 p. m..—Frase hasídica citada por Alejandro Jodorowsky
Para cuando amanezca en Bogotá (cosa que debe estar sucediendo en este mismo instante), mi amigo Lowfill estará enfilando camino por la Cordillera Oriental de los Andes, rumbo al Cañón del Chicamocha. Va en bicicleta. Es un trayecto largo y me figuro que tortuoso; cualquiera sabe que no es empresa fácil subir y bajar montañas impulsando un potro metálico con las piernas sobre un sillín angosto.
Si existe una persona en el mundo que aplique a cabalidad la frase de Jodorowsky, es él. Lo recuerdo diciéndome algo muy parecido en una pastelería del centro de Bogotá el año pasado mientras me contaba sus planes. Me había invitado a un tinto con milhoja, ofreciéndome verdades que yo desperdigué sobre la mesa como las migajas de hojaldre que llovían de mis comisuras. Qué pequeña he sido siempre.
El dueño de todas las aventuras va dejando tras sí una cinta de asfalto, una estela de historias que tomará mucho tiempo enrollar. ¡Quién tuviera el coraje de hacer algo siquiera parecido! Al fin y al cabo, en el fondo los viajes no se tratan tanto de imprimir nuevos paisajes en la memoria sino más bien de descubrir en ellos las partes faltantes de uno mismo.
[ The Back Seat of My Car — Paul McCartney ]

No puedo trazar con exactitud las circunstancias que me habían llevado a una playa cuyo nombre me gustaba ver escrito en letras fluorescentes estampadas en la camiseta de un tío mío cuando tenía cuatro años. Magnum, p.i., The Baby Sitters Club, Kamakura, un viaje fallido a Barcelona. Y sin embargo, ahí estaba. Mi yo del presente jamás habría podido convencer a mi yo del pasado de que aquel punto en la mitad del Pacífico sería conquistado, ni tan siquiera entregándole como prueba la plumeria mustia que llevé sobre la oreja derecha mientras esperaba el bus a Hanauma Bay.
Fue entonces, en la soledad de aquel trozo de océano, que lo supe con claridad: había llegado adonde quería, exactamente adonde quería. ¿Qué importaban los días de infinito aburrimiento que habían precedido a este? ¿Qué importaban los silencios y las lágrimas? El camino había sido recorrido por mí y solo por mí, cada bache, cada ápice. De nadie dependía esta felicidad absoluta más que de mí misma.
La marea talló en mi rostro una sonrisa amplia que nadie habría de ver. Deseosa de saber qué más me depararía el mundo en los años por venir, vadeé a tierra y volví a tumbarme sobre la estera.
[ Over & Over — Moloko ]
Etiquetas: estados unidos, hawaii, reminiscencias, viajes, yorokobi

Songino Khairkhan
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy martes, febrero 03, 2009 a las 3:08 p. m..Apenas me enteré de la noticia intenté obtener ayuda de mis padres por vía telefónica, pero la comunicación se cortaba misteriosamente en cuanto hacía mención del tema. Llamé entonces a Himura para pedirle en clave que me sacara de este entuerto, pero me dijo que soy una obsesa y estoy loca, y procedió a ignorar el timbre del celular como si no vibrara sobre su muslo. "Es una alarma", les explicó fríamente a quienes le preguntaron si no iba a contestar.
El señor Sakaguchi, quien ante la inminencia de mi partida aceptó salir a comer conmigo, dice que no tengo de qué preocuparme, ya que Ulán Bator es una ciudad grande y respetable como cualquier capital. Pero la verdad es que él es un insensible y no le ha echado un vistazo a la desmoralizadora Wikipedia. Detrás de su amplia sonrisa se esconde el hecho de que el momento en que me suba al bus que me lleve al aeropuerto será el momento en que él borre mi existencia de su cabeza. Se preguntará entonces de dónde rayos salió aquel pequeño retrato de él hecho en tinta.
Tal vez no sea tan malo, después de todo. Los mongoles hablan como si en su lengua se vivieran reventando dulces efervescentes—¡siempre hay algo nuevo que aprender! Además los lácteos me encantan y la changua hizo parte de mi dieta durante toda mi época de colegio. Al frío sabré acostumbrarme tarde o temprano. La montaña de cebollas no puede ser un lugar tan terrible para vivir, si todavía hay gente que reside allí.
Dos años después, creo, retornaré a Colombia con el rostro ajado y el sabor del té con leche y sal en la boca. Habrá demasiada gente en la calle, demasiadas palabras inteligibles condensadas. La yo de hoy sabe que tendrá un impulso de soplar suavemente sobre las cenizas del amor perdido. Sin embargo, la yo de ese entonces habrá aprendido que los humanos no somos más que nombres en listas infinitas. Hemos inventado de todo para recordarnos, pero lo único que hemos logrado es mantener frescas las palabras. Más allá de eso, las cicatrices se desvanecen y renuevan orondas ante nuestra impotente vista miope que no puede trascender los océanos.
Había llamado a Himura con desespero, como si él hubiera podido hacer algo desde allá. Pero la verdad es que desde nuestro último beso nos habíamos convertido tan solo en aquello que nos permitieran las máquinas: voces entrecortadas, abreviaciones, pixeles. Da lo mismo que me vaya a Ulán Bator ya mismo: es pasar de un olvido a otro olvido.
[ I Get Along Without You Very Well — Chet Baker ]

If You Buy, I Give You Good Price
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy lunes, enero 05, 2009 a las 5:05 p. m..La noche anterior al viaje descubrí las aptitudes musicales del señor Sakaguchi en un karaoke, y creo que incluso me enamoré de su rendición de "Somewhere Over the Rainbow". Para ese entonces no tenía la maleta hecha y no creía que al día siguiente estaría sintiendo calor en la capital mundial de las motos. Aún durante la escala en Taiwan fue difícil creerlo.
El viaje en sí transcurrió de manera un poco reminiscente de los documentales de Discovery Travel & Adventure. Probamos platos exquisitos, comimos frutas de nombres desconocidos, pasamos días y noches enteros en buses húmedos y apretados, paramos en baños con letrina, nos dejamos estafar, nos intentamos defender de las estafas y aún así nos siguieron estafando, tomamos muchísimo café con leche condensada e ignoramos como pudimos los incesantes llamados de "hello motorbike", "hello cyclo", "hello pineapple rambutan", "hello, ma'am" y un largo etcétera coronado con una cínica promesa: "if you buy, I give you good price".
El itinerario era bastante apresurado, un recorrido por el país entero de sur a norte en tan solo diez días, empezando en Ho Chi Minh (antigua Saigón) y terminando en Hanoi. A medida que avanzábamos hacia el reino del Viet Minh el ambiente se iba tornando más confuso, el clima más frío y la gente más dispuesta a liberarnos de nuestro dinero a cambio de baratijas, pan francés o servicios mal prestados. Sin embargo, por alguna extraña razón yo iba armada de paciencia tipo monje budista y sólo exploté en dos ocasiones:
- En una sastrería en Hoi An, donde me hicieron un adefesio por vestido (me pidieron una segunda oportunidad; cuando fingí satisfacción ante la casi imperceptible mejoría las modistas se pusieron contentas y me abrazaron).
- En el aeropuerto de Hanoi, cuando una mesera se inventó una treta compleja para cobrarnos un ojo de la cara por dos jugos y un huevo frito en aceite requemado. Al fin exclamé airada que no teníamos más plata y nos fuimos.
Abandonamos Vietnam como emprendiendo la retirada de un campo de batalla indeseado y caótico. La promesa de calma y orden que se escuchaba en la voz automática de las rampas eléctricas nos hizo suspirar aliviadas, dichosas de regresar a este imperio frío y despojado de vida. No obstante, cuando recuerdo el sabor del cha ca (pescado frito típico de Hanoi) o las dunas de Mui Ne que apenas pude atisbar tras la ventana del bus pienso que no estaría mal darle otra oportunidad a aquel país inescrutable. Tal vez, algún día.
[ Marcia baila — Les Rita Mitsouko ]

Hacia el centro de Santa Marta
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy miércoles, julio 23, 2008 a las 11:40 a. m..—¿Van al centro?—preguntó el conductor.
—¡Sí!—exclamamos con ojos brillantes.
—¡Al centro!—repitió a modo de invitación, provocando que cambiáramos nuestro ritmo cansado por una carrerita.
A pedido de una señora cuyo disgustado acento la delataba como forastera, el bus desistió de modificar su ruta y se metió por una callecita estrecha. No contenta con que su deseo hubiera sido satisfecho tras someter a todos los pasajeros a un discurso sobre por qué mantener los trayectos establecidos, la mujer se deshizo en improperios contra los partidarios de la abreviación del trecho. Poco después se bajó frente a una tienda, pero desde el andén siguió repartiendo insultos. Entonces los ocupantes del bus se lanzaron a chiflar, ulular y gritarle "¡loca! ¡loca!" con visible deleite. Segundos después de que la turba se hubiera apaciguado, se oyó un comentario quedo sobre los cachacos y su extraño modo de pensar.
En el antejardín deprimido de una casa, una anciana aprovechaba el desnivel para usar el andén de la calle como almohada y dormir plácidamente. "Qué vida, ¿no?" comentó el ayudante del conductor desde la puerta de la buseta. La señora hizo un gesto apacible, se acomodó y siguió durmiendo.
Después de seguir un par de meandros, el bus emergió de nuevo en la carretera y continuó su camino entre los cactus y los balnearios. Un infante detrás de nosotros seguía una lancha remolcada desde su ventana, anunciando con un emocionado "¡baco, baco!" cuándo la podía ver y un sosegado "ya" cuándo no. Pronto desapareció el paisaje semidesértico y nos vimos rodeados de concreto hirviente y colectivos repletos. No pasaría mucho tiempo antes de bajarnos cerca de una intersección de puentes conocida como el "puente araña". Horas después, al regreso, mi madre se lo mencionaría a un taxista como "el pulpo".
[ Un jour, un enfant — Frida Boccara ]

不思議な秋休み
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy domingo, diciembre 02, 2007 a las 10:48 p. m..Kobe, Osaka, Kyoto, el ánimo matutino, el mar, el recuerdo de las geishas como espejismos sobre las callejuelas de Gion.
El lago Biwa en Shiga, donde uno pensaría que no hay nada digno de ser visto. El silencio.
Gifu, gris y desteñida, en donde realmente no hay nada digno de ser visto.
Aichi pasa en un abrir y cerrar de ojos. La región Kansai se apaga de golpe y las conversaciones ajenas se hacen discernibles.
A un lado el monte Fuji y al otro el mar en Shizuoka. Belleza infinita en una región interminable.
Kanagawa es la promesa desesperada de llegada al hogar.
Tokio es un alivio, un milagro, el año 2040. Este viaje no sucedió; yo vengo de la estación de Kanda.
Chiba, Saitama, Ibaraki: un niño pide explicaciones de su padre mientras yo duermo en el bus.
Mi aliento condensando no es suficiente para convencerme de que estoy de regreso en Ibaraki.
Mi viaje a Kansai se acabó. La realidad es Tsukuba; mis amigos en Kobe y Osaka y las geishas furtivas se han disuelto en mi cabeza como el mar dorado que vi en mis sueños cuando ya había anochecido en Shizuoka.
Necesito dormir. Tal vez cuando cierre los ojos reaparezcan las postales intangibles de este día y esta semana cuyos sucesos aún no soy capaz de digerir.
[ Polovtsian Dances — Alexander Borodin ]

NaCl
0 comentarios Otro delirio de Olavia Kite, hoy miércoles, noviembre 28, 2007 a las 11:06 a. m..Cerca de la salida de la tienda nos encontramos una pequeña estantería donde se exhibía una gran roca rosada rodeada de muchos guijarros rosados, blancos y negros desperdigados, además de frascos y más frascos llenos de estas raras piedrecillas. "Sal de Ankara", "Sal de Pakistán", "Sal del Antártico", decían sus respectivas etiquetas.
Sin ningún tipo de aprehensión, probé una piedra rosa.
Sal.
Sal.
Lástima. Era tan bonita.
Suponiendo que las negras tendrían el mismo decepcionante efecto, tomé una y me la llevé a la boca.
Sal.
Azufre.
El sabor se expandió desde mi lengua hasta obligarme a intentar eructar algo que jamás había tocado mi estómago. Fue como si el sabor a huevo cocinado hubiera provocado la generación de una serie infinita de huevos invisibles que tarde o temprano dejaban de caber en mi boca y debían ser liberados.
Ahora tengo la desagradable sensación de haberme comido un gas intestinal.
[ No More "I Love You's" — Annie Lennox** ]
*Y sí, dormí, pero los sueños que alcancé a tener estaban relacionados con el dolor*** y entumecimiento de mis piernas que estaba sufriendo al tenerlas estrujadas contra el puesto de enfrente a falta de espacio. Cosas de los buses japoneses.
**Idea para un posible grupo de Facebook: "Yo también creí que Annie Lennox era un travesti". Por favor, hagan caso omiso de esta idea. De millones de grupos que existen en Facebook, sólo unos pocos representan un esfuerzo válido.
***Y ahora el dolor es de garganta, pues durante el trayecto Tsukuba-Tokio-Kobe perdí la voz por completo.
